No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 5: 17-20.

Jesús mostró un profundo respeto por la Ley de Dios, y enseñó que el fundamento de esta Ley es el amor, lo que le da su verdadera razón de ser. Cuando lo interpelaron para preguntarle cuál era el principal Mandamiento, Jesús les contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Y remató diciendo que el amor es lo que le da sentido a la Revelación del Antiguo Testamento: “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (vers. 40).

Y, además, es una ley espiritual, cuyos alcances son mucho más profundos que la conducta exterior, la que pueden ver los hombres. Como veremos más adelante, él explicó que abarca incluso los pensamientos, los sentimientos y las intenciones del corazón (Ver Mateo 5:21-26, 27-30). Por eso, él dice que nuestra justicia debe ser “mayor que la de los escribas y fariseos”.

Dios no revela su voluntad moral para el hombre por un deseo narcisista de obtener control sobre su vida, para alimentar su ego. No, la intención de nuestro amante Padre celestial es nuestro bienestar y nuestra felicidad eterna. Escucha cuán tierno y apasionado es el deseo de Dios para tu vida: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29).

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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